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Artículo de Fernando Villanueva publicado en el grupo de news es.charla.gastronomia
La trufa | ||
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Introducción |
En Roma se estimaban, como manjar entre los más exquisitos, las trufas de Libia. (Decia Juvenal, severo y satírico censor del excesivo lujo de las mesas romanas, pero rendido a las irresistibles delicias de las trufas: «Guardate tu trigo!, ˇoh Libia!. ˇGuardate tus rebaños! ˇ Enviame solo tus trufas!». Los griegos y los romanos atribuían a estos hongos un alto valor afrodisiaco, y se mantuvo la leyenda hasta que llegó Brillat-Savarin y dictaminó con su lúcida sensatez: «La trufa no es un afrodisíaco precisamente, pero en ciertas circunstancias puede hacer a la mujer más afectuosa y al hombre más amable», algunos atribuyen esta frase a A. Dumas , pero a Dios lo que es de Dios y a Brillat-Savarin lo que es de Brillat-Savarin, esta frase la tiene escrita en su reflexión 44 De la virtud erótica de las trufas. |
En la Edad Media, cuando se solía ver en la trufa una manifestación del
diablo, cayó en el olvido y lo prueba que en libros antiguos de cocina,
donde de ellas ninguna mención se hace.
Aunque otros documentos hablan de que se daban concesiones de búsqueda
y explotación pues constituía un precioso regalo que se daba a reyes, príncipes y obispos.
Se puso de moda en el renacimiento, para sufrir otro eclipse. De la resurrección es testigo el siglo que esta acabando, (XVIII), decía Brillat-Savarin. Por el año 1780, las trufas, raras en París, solo muy pocas se hallaban en la fonda de los americanos o en la Provenza; el pavo trufado, objeto de gran lujo, se servía &uacite;nicamente en las mesas de poderosísimos señores o en casas de mancebas. A partir de esta fecha recupera el favor gracias a los cocineros reales de la época.
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La trufa |
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