Con obligada petición de disculpas por la impuntualidad
de estas entregas paso sin más
dilación a narraros mi imperfecta experiencia sobre transferir
a los crios las diversas
opciones alimenticias a las que su aún inmaduro tracto digestivo
y metabolismo tienen
mejor adaptación.
Las proteinas animales están en la culmen de la pirámide
alimentaria y es un
privilegio que solo un 0.12% de los seres vivos tienen al alcance
de su dieta. Sin
embargo, frente a la creencia popular, es ésta la paleta
más escasa de sabores aunque, por
el contrario, la más sublime en sus texturas -y desde luego
la de más fácil
aprovechamiento biológico-.
En efecto mientras más pura la proteina más insípido
el alimento. ¿Ejemplo? La clara
del huevo, albúmina en estado tan puro que, dejada al aire,
cristaliza, pero insápida
hasta la insensibilidad. Habitualmente el niño se inicia
en este alimento hacía los
seis meses, retirando la yema -para que su lecitina no influya en
la producción
biliar del infante- preferentemente "pasada" y nunca NUNCA
cruda. A los ocho meses, y
siempre con el permiso del pediatra, podremos incorporar ese alimento
unicelular que es la
yema del huevo. Por estas fechas podemos empezar a iniciarle en
la textura de las
tortillas y poco despues pasar al revuelto, dejando entonces para
estas dos fases la
incorporación de sabores adicionales, lo más cómodo
empezar por lo conocido: tortilla con
guisantes o mezclar un revuelto con el arroz (de momento arroz-una-delicia,
todo llegará).
Las primeras carnes que habitualmente llegan a los pequeñuelos
son las de los pescados
blancos y dentro de éstas las variedades mas limpias de espinas,
destaca la merluza y el
gallo. La primera receta que elaboré para mi hija sigue siendo
una de sus preferidas:
Ángela tenía siete meses y yo estaba harto de que
me rechazara la
comida-especial-para-bebes que yo le preparaba teniendo que recurrir
al final a las
papillas y potitos. La niña y yo estábamos irritables
con tanto experimento. Comprendí que
la única forma era ponerle amor, hacerle "mi" comida
y no la insipidez que la gris teoría
propugnaba. En un dedo de agua una rodaja de merluza limpia de piel
y una papa, pero esta
vez, ayudando al sabor, un dedo de vino blanco, una nubecilla de
eneldo y una hoja de
laurel. Tras quince minutos de cocción suave -retirado el
laurel- pasé todo por la
batidora y cayó en un asalto, 230 grs de comida y toda mi
felicidad.
A los diez meses ya podemos empezar con la plancha aceitada -más
sabor- y antes del
año estará iniciándose en los pescados "azules"
-bonito, palometa y salmonete por su bajo
contenido en grasa-. El marisco aún tardará un poco
más aunque es posible que les apetezca
mascar "surimi", esa japonesada con sabor a cangrejillo
de roca y que, en realidad, es el
humilde abadejo puesto hasta las cejas de química.
Los lomos de trucha al horno (los vientres, más espinosos,
pero casi igual de
exquisitos nos lo zamparemos los estóicos padres), el bonito
de lata (en oliva y bien
escurrido), el gazpachuelo simple o el que se hace con mayonesa,
el gallo rebozado en
pasta de cerveza y harina, los boquerones fritos, son ideas muy
aceptadas por toda la
familia: padres, prole mayorcita y recien llegados. Comer en familia,
repito hasta la
saciedad, abre el apetito.
En todo esto excuso recordar el olvido forzado a la sal al cocinar.
E igualmente
conocer, si hacemos uso de concentrados y/o deshidratados, si estos
incluyen aspartamos
y/o glutamatos como potenciadores del sabor (salino mayormente)
y sopesar si el supuesto
sabor añadido compensa los riesgos... En cualquier caso los
pequeños son gourmets
naturales que saben apreciar sabores y texturas suaves, desprovistos
aún de las
salobridades, empalagosuras y picanterías que en pocos años
empezarán a demandar, amantes
como es nuestra especie de las "sensaciones fuertes"...
En las carnes se suele empezar por el pollo (6-7 meses) y dentro
de éste la pechuga. No
digo yo que no pero... hervida simple -muy digestiva, desde luego-
es algo insípida, y
sobre todo picada queda "seca" y fibrosa y algún
paladar la rechaza (otros la adorarán).
La plancha solo soluciona el sabor y necesita filetes finos o se
quedará cruda por dentro.
Yo prefiero aprovechar una incursión en un arroz con pollo
"apaellado" con poca especia y
retirarle una pechuguita... mientras los mayores nos servimos los
muslos de la misma
pieza. Poco más adelante en empanada "viceroy"
(con bechamel) o a lo "cordon-bleu" (con
queso) llegará a ser su plato preferido ... (y el mio, no
te jode?)
La ternera picada entra bien desde los ocho meses. Los estofados
son deliciosos pasados
por brazo-batidor o bien a base de carne picada. ¿qué
tal unos macarrones con bolognesa
"light": carne y tomate con algo de orégano? (¿sí,
orégano o romero fresco, ¿porqué
renunciar a sabores y olores tan cercanos... y tan apetitosos?)
Hace algunos días estuve con unos amigos y su hijo mayor
(cuatro años) repudiaba, como
muchos niños, "expresamente" la zanahoria. Me quedé
con las ganas de sugerirle (a la
madre) esta sencilla receta, apropiada desde los 10-11 meses: Se
pone en la olla (expréss)
dos cucharadas de aceite, y se sofríe media cebolla bien
picada. Cuando está frita se le
agrega la pulpa de tres tomates (puede usarse tomate triturado).
Cuando está casi hecho se
le agregan 1/4 kg de zanahorias peladas y en rodajas finas y 1/2
kg de carne troceada,
rehogar todo un minuto y añadir una hoja de laurel y 1 vaso
de agua. Se tapa la olla y se
deja cocer 3/4 hora (express:20 min.) aproximadamente. (nota, si
hacemos "trampa" y usamos
tomate frito de lata directamente este plato queda en exceso "pringoso").
También desde el año pueden iniciarse en el cordero...
siempre que la economía paterna
lo permita: picado y encalabacinado es delicioso, pero la pata suele
tener "demasiado
sabor" y las "costillitas" son un vivero de astillas.
De todas formas si es parte
integrante de la cocina de su casa (irrenunciable p.ej. en Aragón)
y siempre que no sea un
animal entrado en grasas, es aceptable.
El cerdo deberá esperar hasta los 14-16 meses, y entonces
será como lomo y muy bien
cocinado (las amas de casa austríacas son maestras en hacer
esta pieza suave y exquisita,
pero los restauradores de ese país -salvo en el Tirol- suelen
confundir suavidad con
insipidez...), pero desde mucho antes este sabroso bicharraco será
parte de la dieta en
forma de jamon cocido "de York", pero eso, si me lo permitís
y me aguantáis, será en otro
capítulo.
Un Amigo
Miguel A. Román
cfarb@correo.rcanaria.es
N.del A.- Aunque la información vertida está contrastada
con bibliografía especializada,
nada, nunca, sustituirá la opinión del pediatra que
conoce cada caso particular.
Publicado en el
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